Desde el primer instante se creyó incapaz de realizar un acto de tal magnitud. Pero se sorprendió al ver que se había equivocado una vez más. Y ahí estaba, sintiendo cosas que jamas había sentido, pensando cosas que jamas había pensado. No lo había planeado en lo absoluto. Fué más bien espontáneo. Surgió de un momento a otro. Tal vez lo que generó la paradoja fué el increíble dolor que le quemaba el alma. Se hizo llevadero durante los años, pero estaba abatida. Un peso muerto que debía cargar en soledad. Con actitud decidida caminó cuadras y cuadras. Su vida había sido corta, pero jamas había generado tantos pecados en su mente. Pensó como nunca antes y hubiera estallado si eso fuera posible. Se sintió algo aturdida. La lluvia caía sobre ella. El goteo incesante del agua se había convertido en un martilizante taladro. Las luces del semaforo marcaron rojo. Se detuvo al instante. Momificada esperó. Tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas y aunque buscara y buscara sabía que jamas las tendría. Verde. Continuó con su marcha cruzando de calle. Una ráfaga de viento la chocó de frente y por primera vez en mucho tiempo se sintió viva. Más viva que nunca. El agua caía por su rostro dejándole zurcos negros en las mejillas. Sentía la fría sensación de estas. Le pesaba el cuerpo. Se hundía en sí misma. Y cuando creía que moría... La paz. La invadiò por completo. Su cabeza en blanco. Sus ojos penetrantes hacia adelante, la mirada continuaba perdida, pero no importaba encontrarle un rumbo fijo. Llegó a destino. Se puede decir que tenía hasta una leve sonrisa en su rostro. No tenía sentimientos de piedad hacia nada ni nadie, cosa rara en ella. Es que ya no era ella, o eso es lo que me hizo creer. Improvisó un arma. Y ahí fué cuando perdió el control de su vida entera. Indefensa la víctima, quedó petrificada. Paz nuevamente. Sintió el frío helado de la sangre que iba como un río por sus manos desprolijas. Esas manos que habían quitado una vida. Esas manos sin poder de juicio alguno para decidir el destino de cualquier ser. Espesa y oxidada, estaba derramada por todo su diámetro. Vió el cuerpo inmóvil y sin vida en el suelo. Inherte. Analizó con claridad todos los detalles del episodio recién sucedido. Rápida y letal. Por un momento fué animal. Qué extraña que es la mente humana, que nos permite hacer tanto daño junto. Toda su vida pasó por sus ojos cafés. Una lágrima murió en su menton. La sensación de vacío invadió todo su ser.
1 comentario:
¿Y qué pasó para ese cambio? ¿Por qué provocar en los demás tales acciones que llevan al dolor y a la muerte?
Me gustó como historia... es terriblemente interesante.
Saludos.
V
Publicar un comentario