Uno de los seres más despreciables que conozco. Son más los momentos en los que te odio, que los que te amo. Qué maldita mi suerte, al saber que justo me tocaste vos. Rompiste tu cabeza y por ello, condenas al prójimo. No te basta con tu infelicidad, que también (conciente o inconcientemente, no me interesa) querés causarsela a los demás. Cualquiera que se cruze en tu camino, puedo asegurarte que saldrá con más de una herida. Porque ese es tu arte, lastimar. Quién sabe dónde dejaste los sentimientos. Seguramente en una gran lejanía. Ya ni sé cuándo mentis o me decis la verdad. Dudo de tu supuesto amor, que se supone, tendría que ser el más grande de todos. Pero cómo voy a certificar la hipótesis, si no tengo las pruebas suficientes de ello. Te crees dueña del mundo, cuando no sos propietaria ni de tu propia existencia. Quedaste hecha cenizas después de tu amargado lujo de vida, de la que no quiero ser partícipe, y arruinas practicamente cada momento de la mía, de a poco. En lugar de lengua, naciste con una navaja. Cuántas heridas he recibido de tu parte, y ya hace años que te conozco. No supiste agradecer todo lo que la gente te dió. No supiste agradecer cada cuidado que te dí, desde que tengo uso de razón, que puedo asegurarte, fueron reiteradas veces. Tu egoísmo no te deja vivir en paz, y tu ego es tu mejor amigo. ¿Qué se puede hacer con una persona que de cien cualidades, noventa y nueve son asquerosamente horribles? ¿Qué se puede hacer con una persona que no sabe vivir?. Nada. Creo que lo peor es el no poder moverse. El no tener la libertad suficiente. El hecho de no poder separarse de ella, me trae las consecuencias que padezco día a día. El secreto es tener una mente fuerte. Me considero una persona, con pocos años, pero con mucha experiencia de vida, aunque no lo parezca, y creo que eso ha causado que mi mente sea cada momento más fuerte para tolerarte. Esperar.